viernes, 15 de julio de 2022

Turno nocturno.

 Eran las tres de la mañana, la tienda se encontraba sola como de costumbre, y como de
costumbre estaba leyendo por tercera vez la revista de chismes de la farándula que se
encontraba en el estante, después de la segunda vez las notas se volvían extrañamente
interesantes.
Un hombre entró a la tienda, caminó un poco por entre los pasillos, intentaba no prestarle
atención pero era difícil hacerlo cuando todo el pueblo dormía y este era el único cliente
nocturno que había tenido en más de un mes.
Tras unos cinco minutos el hombre llegó al mostrador, sin decir una sola palabra puso los
objetos que había elegido cerca de la caja registradora para que yo se los cobrara, un
martillo, trece noventa, un hacha, veintiocho con cincuenta, algo de cuerda, 6 metros, tres
con sesenta, una manzana cincuenta centavos.
No era común que alguien comprara herramientas a las tres de la mañana, pero tampoco era
común tener clientes a las tres de la mañana - cuarenta y seis con cincuenta - le dije, el
hombre sacó un billete de cincuenta, lo acercó a mi mano y lo soltó antes de que pudiera
tomarlo, se puso el rollo de cuerda al hombro, guardó la manzana en el bolsillo de su
chamarra color café oscuro, y tomó el martillo y el hacha, uno en cada mano, dio media
vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.
- Señor ¿necesita una bolsa? - le dije mientras él seguía caminando - ¡Su cambio! - le grité
inmediatamente después, a lo que él contestó sin voltear - quédatelo - la puerta de la tienda
se cerró tras de él.
Afuera el hombre se detuvo un momento mirando hacia el horizonte, inmóvil, volteo hacia la
derecha, luego hacia la izquierda y comenzó su andar hacia el bosque.
Algo me daba mala espina, un hacha, un martillo y cuerda, instrumentos para amordazar,
matar, y luego descuartizar, pero ¿la manzana para qué? bueno, supongo que a los asesinos
también les da hambre.
El hombre casi se perdía entre la maleza, aún no sé por qué lo hice, pero salí de la tienda
para seguirlo, algo que no me resultaría imposible pues la luna llena iluminaba la faz de la
tierra como un tenue sol blanco.
Yo llevaba puestos unos zapatos deportivos por lo que mi andar era silencioso, sin embargo
tenía que guardar cierta distancia con el hombre por temor a ser descubierto, él siguió
caminando de manera ruidosa, caminé tras él por alrededor de diez minutos, nos adentramos
más y más en el bosque, entre más le seguía más comenzaba a temer por ser descubierto,
en aquel lugar podría matarme y pasarían días, o meses antes de que alguien se topara con
mi cadáver, y eso si no se le ocurría esconderlo o comérselo.
Se detuvo de manera súbita, mi atención entera se centró en él, mi nerviosismo aumentaba
con cada latido de mi corazón, se hizo un silencio casi total, solamente interrumpido por el
sonido de una lechuza que se encontraba no muy lejos, temía que mi respiración delatara mi
presencia, pero no parecía que fuera a suceder ya que el hombre tomó el hacha, y comenzó
a cortar las ramas bajas de un árbol, el ruido de los golpes certeros ahogaría cualquier
sonido que yo pudiera producir.
Tomó el martillo, sacó algo de su bolsa y comenzó a martillar los trozos de madera que
acababa de cortar, con una habilidad sorprendente armó lo que a lo lejos y bajo la luz de la
luna parecía un pequeño banco, lo colocó debajo de otro árbol que estaba contiguo sacó la
manzana de su bolsa y le dio una sola mordida, arrojó el resto de la manzana hacia un lado y
después de eso tomó la cuerda, con una velocidad inverosímil ató uno de los extremos a una
rama baja, arrojó el otro extremo por encima de una rama más alta e hizo un nudo corredizo,
de esos que se usan para ahorcarse.
Mi mente no podía procesar bien lo que mis ojos le estaban transmitiendo, pero en cuanto vi
el nudo todo se volvió claro, el hombre iba a terminar con su vida, instintivamente le grité
para que parara, no sabía qué motivos tenía para suicidarse pero algo en mi interior me
decía que no eran los correctos, que podía ayudarle, al escuchar mi grito y mis pasos y darse
cuenta que había alguien ahí, subió al no tan improvisado banquillo, en un solo movimiento
metió la cabeza por el nudo y pateó el banco arrojándolo lejos de donde se encontraba ahora
colgado, me encontraba relativamente cerca de él pero gracias a la oscuridad y una raíz que
brotaba de la tierra tropecé, caí, me golpee muy fuerte la cabeza y terminé algo aturdido, mis
pensamientos no podían concentrarse en nada más que en el dolor que sentía por el
impacto, pero poco a poco recuperé el sentido, delante de mí el hombre se encontraba
colgado, inmóvil, intenté levantarlo, descolgarlo de aquel nudo mortal pero era demasiado
tarde, su vida se había extinguido, inmediatamente pensé en llamar a las autoridades pero
para ello tenía que regresar a la tienda.
Fue un trayecto accidentado, el aturdimiento por el golpe en la cabeza aún no se había
quitado del todo y algunas nubes cubrían la luna de manera intermitente reduciendo mi
visibilidad considerablemente, sin embargo logré llegar a la carretera gracias al alumbrado
público, no estaba cerca de la tienda pero si sabía donde me encontraba, corrí lo más rápido
que pude para llegar al teléfono y poder llamar a la policía mientras los recuerdos de lo
sucedido se encontraban frescos.
Desde fuera pude ver como dentro de la tienda se encontraba un hombre, entré y le vi de
espaldas, tenía una chamarra color café oscuro, me dijo sin voltear a verme - ya era hora que
te aparecieras, necesito pagarte esto. - En el mostrador había unos objetos, un martillo, un
hacha, algo de cuerda y una manzana, en su mano un billete de a cincuenta.
Desde aquel día, no trabajo más durante el turno nocturno.

Turno nocturno.

 Eran las tres de la mañana, la tienda se encontraba sola como de costumbre, y como de costumbre estaba leyendo por tercera vez la revista d...